Tendemos a pensar que la tecnología es algo actual, moderno y contemporáneo, cuando en realidad no es así. Si atendemos a su definición formal, la tecnología es “un conjunto de teorías y técnicas que permiten el aprovechamiento de lo científico”. Esta sencilla definición, implica la creación, modificación, uso y conocimiento de todo tipo de herramientas, maquinaria, técnicas o sistemas que permiten satisfacer las necesidades. Del griego tekne (técnica, oficio) y logos (ciencia, conocimiento), la tecnología acompaña a la humanidad desde el principio de los tiempos.
Podemos remontarnos a la Edad Media para comprobar como en aquellos tiempos, en los que las guerras eran cruentas y encarnizadas, la tecnología ayudada a que los guerreros, se prepararan y protegieran con elementos como las armaduras. El proceso de fabricación de las mismas, en los que podemos incluir la creación de armas destinadas a la protección y el ataque, podía considerarse como uno de los avances más destacados de la época. Tanto a nivel diseño como fabricación, estos elementos indispensables en el medioevo, evolucionaban, merced a los tiempos.
La fabricación de armaduras, constituyo una parte fundamental en este marcado periodo histórico. Basta con entrar en La Torre de Marfil, tienda especializada en todo lo relacionado con la época, para dejarse sorprender por la destreza con la que se creaban las armas y armaduras de la Edad Media. Si bien es cierto que los modelos que puedes encontrar son fabricados en base a la tecnología más moderna y actual, podemos hacernos una idea de cómo entonces, el ingenio y la destreza, ayudaban al herrero a aplicar sus tecnologías medievales.
Estos elementos, proporcionaban protección y seguridad a los caballeros en los campos de batalla a los que eran más que asiduos, por lo que nos cuenta la historia. Las armaduras se fabricaban con las técnicas y materiales más adecuados del momento, específicas a tal fin puesto que debían resistir golpes y cortes provocados por las armas de la época. Si ahora el kevlar para las balas, antaño, el acero, frenaba a la espada.
Explorando técnicas de fabricación medievales
Existían por aquellos tiempos diferentes técnicas aplicadas a la fabricación de las armaduras. Lo materiales más comunes para crearlas y confeccionarlas eran esenciales para permitir su seguridad y protección para el soldado. Se trataba de un proceso de gran complejidad que requería de una gran habilidad y paciencia por parte del herrero. Dentro de las técnicas más relevantes y utilizadas en su creación, el templado del acero era la más apropiada.
Esta técnica, todavía en uso aunque con otras metodologías, consiste en calentar el metal a unas temperaturas muy elevadas. Posteriormente, se enfriaba de forma muy rápida sumergiéndolo en agua o aceite. Este paso hacia posible endurecer el acero y convertirlo en un material mucho más resistente a todo tipo de golpes y cortes, producidos en la batalla. No obstante, este proceso, conllevaba algunas deficiencias como convertir el acero en un material más quebradizo, lo que nos lleva a un segundo paso: el revenido.
Este proceso que seguía al calentamiento extremo y posterior enfriamiento del acero, consistía en calentar el mismo a una temperatura menos elevada, para luego enfriarlo de forma más gradual y lenta. Con este paso, se lograba eliminar la fragilidad que presentaba el acero y se convertía en un material mucho más flexible y resistente. Aparte de templado y revenido, los armeros, se valían de técnicas como la forja, el martillado y el pulido, con la finalidad de proporcionar la forma y el acabado de las diferentes piezas que componían la armadura.
Como se puede observar las tecnologías aplicadas entonces, proporcionaban excelentes resultados. Para fabricar las armaduras de aquella época, se utilizaban materiales de lo más diverso, aunque el más común era el acero. Hierro, bronce y cuero, eran otros de los materiales más utilizados, gracias a la resistencia y durabilidad que proporcionaban a las armaduras. Unos y otros, protegían al caballero que lo portaba de los golpes y armas del enemigo.
De tal manera que las armaduras del medioevo, se componían de varias piezas que, unidas entre sí, proporcionaban una protección total al caballero. Estas piezas incluían el yelmo, la cota de malla, las hombreras, las grebas, escarcelas y peto, entre otros elementos. Cada una de estas piezas, era fabricada de forma individual, para ser unida posteriormente al resto, mediante remaches o correas de cuero. Toda una obra de ingeniería, tecnología, habilidad y destreza.
Podemos decir que la fabricación de armaduras en la Edad Media, consistía en un proceso de lo más complejo que, involucraba en su creación, técnicas como el templado del acero, el revenido y la forja. Gracias a este tipo de técnicas correctamente aplicadas y ejecutadas, era posible crear las armaduras de mayor resistencia y durabilidad, para proteger a los caballeros en el campo de batalla. De hecho todavía podemos ver armaduras creadas en la Edad Media y comprobar como esas técnicas y la tecnología aplicada entonces, permite que permanezcan impertérritas.
El acero templado: la tecnología de la Edad Media
Como ya hemos comentado, el templado del acero era una de las técnicas más utilizadas en la Edad Media, todavía hoy, se utiliza aunque no para fabricar armaduras. Este proceso que, como ya hemos dicho, consistía en calentar el metal hasta que alcanzara una temperatura muy elevada y, enfriarlo de forma rápida sumergiéndolo en agua y aceite, permitía que la dureza y resistencia del acero, se incrementara. Esto proporcionaba mayor efectividad a la armadura a la hora de proteger el cuerpo del caballero en el campo de batalla. A su vez, el templado prevenía de forma eficaz la deformación y fractura de las diferentes piezas que componían la armadura.
Para llevar a cabo esta técnica de la forma adecuada, los armeros y herreros del momento, utilizaban hornos especiales en los que calentaban el metal. Una vez que este alcanzaba la temperatura deseada, sumergían la pieza en un líquido que, como ya hemos comentado, solía ser agua o aceite. Este paso se ejecutaba con gran rapidez para detener el proceso de calentamiento y obtener el endurecimiento deseado.
Aunque parece un proceso sencillo, lo cierto es que se trataba de un proceso que requería, por parte del armero, una serie de habilidades y conocimientos técnicos específicos. Los fabricantes de armaduras, debían tener muy presentes aspectos como la temperatura de calentamiento, el tiempo de exposición al calor del metal y la velocidad de enfriamiento necesaria para obtener el resultado deseado. En aquellos tiempos, se carecía de termómetros, termostatos y todo tipo de elementos utilizados en la actualidad, por lo que el fabricante debía valerse de otro tipo de sistemas que, hoy en día, nos costaría aplicar.
Aparte el citado templado, recordemos otros de los métodos aplicados a la creación de las armaduras en la Edad Media. El laminado, la forja y el remachado, permitían crear las diferentes piezas que componían la armadura, como podían ser las placas de metal, los cascos y las protecciones para las extremidades.
En lo que a materiales de fabricación respecta, el acero era el más común, aunque el hierro, el cobre y el bronce, eran igualmente utilizados. Sin embargo esto iba en función de la disponibilidad y necesidades del momento.
Las técnicas de forja, consistían un arte en la creación de armaduras. Esta parte del oficio, implicaba la necesidad de poseer habilidades muy específicas y conocer el uso y la aplicación de las diferentes técnicas y materiales. Para dar forma a las piezas, el forjado, requería calentar el metal hasta alcanzar la temperatura adecuada para permitir su maleabilidad. Una vez que el metal estaba caliente, la forma se le confería mediante golpes con un martillo sobre el yunque. Todos hemos visto esta imagen en las películas en más de una ocasión, sobre todo en la fabricación de espadas. Este proceso no podía hacerse de manera correcta si el herrero no disponía de la destreza y fuerza física necesaria.
Una vez que las diferentes piezas de la armadura se forjaban y moldeaban, se pasaba a unir las partes. Para esta parte del proceso, se utilizaban las técnicas de remachado y soldadura. Con los remaches se insertaba un pasador metálico a través de los agujeros de las piezas y se doblaban sus extremidades para garantizar la sujeción. La soldadura consistía en calentar dos piezas de metal hasta fundirlas y unirlas mediante el proceso de solidificación de la aleación resultante.
Por último, dentro del proceso de creación de una armadura, el acabado final, consistía en pulir las superficies metálicas. De esta manera se eliminaban las imperfecciones y se le proporcionaba un aspecto más estético. Así como se aplicaban técnicas de templado para endurecer algunos elementos de la armadura, como eran las armas que completaban el equipo. Bordes de espadas, puntas de lanza y otros elementos, se fabricaban con las técnicas de templado.
Con todo esto, solo podemos concluir que las armaduras de la Edad Media, eran elementos fabricados haciendo uso de las tecnologías del momento. Este tipo de técnicas aplicadas, proporcionaban unos resultados excelentes, como se puede comprobar en las piezas que todavía, permanecen en nuestros tiempos. Puede que dentro de unos siglos, los chalecos de kevlar, los antibalas y demás elementos de protección actuales, formen parte de un museo como hacen hoy, los objetos creados en la Edad Media.